miércoles, 13 de septiembre de 2017

Ya está bien de Venezuela. (Artículo)

A propósito del estelarísimo papel que justificadamente o no ha reclamado Venezuela para sí (o que se le ha "dispensado", según se vea) en las últimas semanas en la agenda internacional, en los titulares de noticias, en los ahora bulliciosos despachos de los ministros de exteriores -quienes no se han cortado para expresar prolija y reiteradamente su opinión en el asunto (incluyendo desde luego el del becario mejor posicionado y pagado desde el Usumacinta hasta el Río Bravo; asunto que como veremos, lo ha privado hasta del beneficio del sueño), se ha dicho ya casi de todo, al grado que, aunque tentados, no nos atreveríamos aquí a agregar nada al respecto, a riesgo de caer en ufano perogrullo o irracional dogmatismo: justo el que parece alimentar las irreductibles posturas de los que por una parten sostienen que nos es lícito, e incluso necesario, manifestar la opinión propia en la política interior de aquel país (y por sus mismas "razones", colegimos que en la de cualquier otro) so pretexto la defensa de los valores universalmente compartidos entre las naciones civilizadas, y aquellos otros, que juzgan un despropósito monumental la interferencia en dichos temas justo cuando la magnitud de los domésticos debería reclamar la exclusiva concentración y sinergia de los diferentes órganos de estado en orden a su resolución expedita, acusando en esta displicencia un cinismo e hipocresía con parangón apenas entre las exhibidas por los otros estados que han cerrado filas en torno al tema: el bloque latinoamericano, cuyas lastradas historias y actuales dirigentes se parecen tanto... tantísimo...
Los fundamentalistas en ambos bandos no se han hecho esperar: México entero vio surgir de su seno, por segunda gloriosa ocasión, a un auténtico "paladín de la democracia", quien no contento con atraerse con cierta obsesión patológica los reflectores a fin de que el mundo entero conociese su admirable y bien estudiada y mejor pensada postura, tuvo el atrevimiento, la osadía, de llevar a la práxis sus convicciones y viajar en apostólica labor, junto con otros cinco exmandatarios, al hemisferio sur, cuando la consulta popular promovida por la Mesa de Unidad Democrática allá por mediados del pasado Julio: quizá por no haberse atenido al adaggio que advierte que "segundas partes nunca han sido buenas", la audacia le valió la "medida profiláctica" de ser expulsado y declarado "persona non grata" en un país y evento al que llegó invitándose prácticamente solo, y en el que no pudo reprimir a su "genio incomprendido", alegando vehementemente las más nobles intenciones... Sobre este mártir moderno, por cuya manutención y la de su poco honorable familia hemos erogado, desde hace más de diez años que dejó el cargo por el que fue electo, una considerable fortuna (aunque él lo estime una bicoca en relación a su valía, que ya no sólo se limita a México) ya volveremos... Lo que ahora toca, es apuntalar lo que creemos hace al caso, no ya sobre Venezuela, sino sobre el peculiar y proactivo papel que la actual administración de México ha tenido en relación al tópico; sobre las implicaciones en política interna; sobre los intereses que han alentado dicho papel; sobre las sanciones a que habría lugar para los agentes encargados de ejecutar ese papel; sobre la relevancia del tema en orden a la formación de una futura agenda política, y sobre lo que en suma nos atañería -si "algo" nos ha de atañer- como mexicanos.


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Creeríamos que para entender los crecientes, menguantes, y otros cambios que suceden en nuestro firmamento político, así como sus influjos en el país, requeriríamos o bien un rito iniciático o un astrólogo bastante ducho: ¿a quién, en efecto, no le causa asombro que quien antes fuera un simple aprendiz al frente de una Secretaría de estado tan grís como él, se haya convertido de la noche a la mañana en un auténtico astro, en la estrella más brillante de la esfera, o como se diría en el mundo anglosajón, "the man of the moment"? (En su defensa, habríamos de notar que el fenómeno se extiende a toda la pléyade política: hoy a cuentagotas se habla de la otrora afamada Rosario Robles, o de Pedro Joaquín Coldwell, quienes apenas ayer campeaban por los titulares como por su casa, debido quizás a su crucial papel en la muy alta encomienda de "Mover a México"... por más que sigan siendo parte del "gabinetazo"). Un auténtico aluvión de tweets y declaraciones han logrado catapultar al exsecretario de Hacienda Videgaray del piso de la aceptación popular y la zona muerta en donde parecía haberse refugiado, al ladrillo en el que ahora está subido, y que a juzgar por los comunicados oficiales, parece marearlo: ora uno, o dos, o los que hagan falta en un mismo día. ¡Qué duda cabe que el tema Venezuela ha sido la causa de sus insomnios! Mas valdría preguntarse si el asunto es tan coyuntural como parece, o en otras palabras: ¿han sido los sucesos internos del país sudamericano los que han propiciado el surgimiento de Videgaray, o contrariamente, éste ha coadyuvado para posicionar a aquéllos en la agenda internacional -al grado de no tener empacho en advertir a los connacionales de los "peligros" de viajar allí, provocando entre los mexicanos la repulsa que produce el cinismo, y en los extranjeros, creemos, hilarantes movimientos estomacales producto de un ocurrente chascarrillo a todo lo que da de sí?
(Aquí todos los que hemos emitido opinión habríamos de hacernos la misma pregunta: ¿opinamos sobre Venezuela porque la gravedad del asunto se impone, o precisamente porque se nos impone el asunto es por lo que se reviste de gravedad, y en consecuencia, opinamos lo que sea que opinemos -como por demás opinaríamos si el tema impuesto fuera cualquier otro, vg. el conflicto israelí-palestino (que no lo es, a pesar de su gravedad), por poner un ejemplo?)

Unos cuantos comunicados de la SRE destacan por su virulencia y alcance en la política interior venezolana: el 280 del 20 de Julio (en el que exhorta a Nicolás Maduro a la suspensión de la convocatoría de la Asamblea Nacional Constituyente); el 285, del 24 de Julio (en el que rechaza categóricamente que el gobierno mexicano trabaje, asociado con otros países, en detrimento de los intereses del gobierno venezolano); el 290 del 26 de Julio (casi en el mismo tenor del anterior, con el soterrado añadido que la acusación de la República Bolivariana tendría como finalidad distraer la atención de sus asuntos internos, y desmarcándose a su vez de la presunta complicidad con el gobierno de Colombia y la CIA para perjudicarla, conminando a su vez al gobierno venezolano a conducirse con verdad); el comunicado conjunto SHCP-SRE emitido el 27 de Julio del 2017 (a propósito de las sanciones norteamericanas a funcionarios y exfuncionarios venezolanos, México, a través de su máximo órgano de recaudación, ANUNCIA QUE DEJA EL CAUCE DIPLOMÁTICO DEL QUE VENÍA HACIENDO GALA EN COMUNICADOS ANTERIORES, para sumarse a la resolución norteamericana y proceder "en consecuencia, de conformidad con las leyes y convenios aplicables en la materia", sin especificar el alcance de esto); y el último, pero no menos importante 295 del 30 de Julio (en el que México NO RECONOCE LOS RESULTADOS DE LA ELECCIÓN de los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente) (https://twitter.com/SRE_mx?lang=es)
Así las cosas, nuestro "hombre del momento" emite incansablemente comunicados para conminar (en base a principios universales como Democracia, Libertad y Derechos Humanos, Soberanía, etc. etc., ¡no se vaya usted a creer que de modo arbitrario se toma semejante licencia!), rechaza, rebate, aclara, condena, se desmarca, se suma a las sanciones, no reconoce... Toda esta febril actividad a distancia contrasta forzosamente con su implausible e increíble sordera, insufrible pusilanimidad y cobardía en respuesta ante el estentoreo y límpido "absolutely" que Trump les espetó de viva voz aquel ominoso 7 de Julio, durante la cumbre del G-20, cuando fue preguntado si aún deseaba hacer pagar a México por el muro de marras: todo mundo escuchó, y se sorprendió y carcajeó al unísono, menos Videgaray y Peña Nieto, dándose por no enterados, por no aludidos -aún no se sabe... ( http://aristeguinoticias.com/0707/m... )
Tantas contradicciones por parte del gobierno mexicano (que superan al terreno propiamente lógico, instalándose en el fáctico; inflingiendo sistemático oprobio al pueblo que dicen representar), más la presunción que es Videgaray quien coadyuva a la imposición de la agenda internacional, esgrimida por la superpotencia vecina (y no al revés, como hasta ahora hemos querido creer) nos orillan a pensar que las respuestas que buscamos han de encontrarse en la depuesta doctrina que alguna vez dio tanto lustre y prestigio a la diplomacia mexicana, y cuyo desafortunado desuso inauguró el agreste Fox con el inolvidable -por oprobioso- "Comes y te vas", lacerando las históricas buenas relaciones México-Cuba de modo irreparable. Nos referimos a la llamada Doctrina Estrada.

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Decía la Ley Estrada al momento de promulgarse:

"El gobierno de México no otorga reconocimiento porque considera que esta práctica es denigrante, ya que a más de herir la soberanía de las otras naciones, coloca a éstas en el caso de que sus asuntos interiores pueden ser calificados en cualquier sentido por otros gobiernos, quienes, de hecho, asumen una actitud de crítica al decidir favorable o desfavorablemente sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros. El gobierno mexicano sólo se limita a mantener o retirar, cuando lo crea procedente, a sus agentes diplomáticos, sin calificar precipitadamente, ni a posterior, el derecho de las naciones para aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades.
Ley Estrada. 27 de septiembre de 1930".

Adquiere su nombre en virtud de quien fuera su autor, Genaro Estrada, secretario de relaciones exteriores, bajo el mandato de Pascual Ortiz Rubio, y su preeminincia y largo alcance al erigirse como antitética a la exhortación que regía entre la comunidad de naciones latinoamericanas desde 1906, conocida como doctrina Tobar (por su autor, el ecuatoriano Carlos R. Tobar), según la cual la legitimación de un gobierno habría de buscarse en el reconocimiento otorgado por otras naciones, evitando darlo si el gobierno fuese surgido de movimientos revolucionarios. Al pie de la letra:

"Las repúblicas americanas por su buen nombre y crédito, aparte de otras consideraciones humanitarias y altruistas, deben intervenir de modo indirecto en las discusiones intestinas de las repúblicas del Continente. Esta intervención podría consistir, a lo menos, en el no reconocimiento de los gobiernos de hecho surgidos de las revoluciones contra la Constitución".

Ha de entenderse que en virtud de su historia (la cual no creemos necesario detallar, COMO TAMPOCO OBVIAR aquí), México hubo de buscarse el reconocimiento internacional en reiteradas ocasiones desde su movimiento de Independencia; el clímax de ello lo alcanzó con la Revolución, y la consecuente promulgación de la Constitución de 1917 por el presidente Carranza, "que acababa con los privilegios económicos de otras naciones en México, especialmente de las industrias estadounidenses, motivo por el cual el gobierno de Estados Unidos se negó a reconocer al gobierno mexicano a menos que éste derogara los artículos consitucionales que afectaban a los intereses estadounidenses en México"

Esta aportación monumental e insólita la hizo el gobierno heredero de la Revolución con miras en tres principios fundamentales: Soberanía, No Intervención y Libre Autodeterminación de los Pueblos; en base a esta doctrina la reputación que México se granjease en la comunidad internacional por espacio de más de 70 años ["Todo esto dio al país un importante prestigio internacional. En cuanto a sus vecinos del sur de América Latina y del Caribe, México regresó a las Conferencias Panamericanas, donde había sido previamente excluida debido a la falta de reconocimiento por parte de los EE.UU. . El país ganó un prestigio excepcional en las conferencias que tuvieron lugar en La Habana (6º Conferencia, 1928) y Montevideo (7º Conferencia, 1933), cuya postura fue a favor de la Unión de América Latina y en pro del derecho internacional", misma fuente] SÓLO ES EQUIPARABLE EN MAGNITUD AL DESPRECIO QUE SU DEPOSICIÓN AHORA INFUNDE, cuyo "mérito" no debemos erróneamente atribuir a esta infausta administración (por más que sus personajes sean los pregoneros de la "modernidad" y sus beneficios, y que tan enconadamente nos traten de persuadir de dejar atrás el lastre del pasado, con miras a engancharnos a un tren que va cada vez más de prisa; que hasta ahora sea la Doctrina Estrada lo que más echemos de menos a juzgar por los resultados que su "espíritu reformista" ha traído consigo), sino a la de dos sexenios atrás, cuando Jorge Castañeda y Luis Ernesto Derbez ocuparon la cancillería durante la presidencia de una de las peores chanzas que nos ha jugado nuestra historia: el "ocurrente" Vicente Fox Quezada, tan amigo del infame Bush Jr como enemigo del cambio que decía enarbolar ( http://www.jornada.unam.mx/2016/11/... ). Este sólo suceso ya merece un espacio propio; nos limitaremos a decir que los cambios adoptados por la cancillería mexicana tienen un origen más remoto, y podríamos decir, "articulado" (aunque su fin común haya sido precisamente el "desarticular"). Todo esto no lo recuerda por supuesto el señor Fox, paladín de la democracia, ahora "persona non grata" en Venezuela, y después de lo que venga en el presente texto, espero de corazón que pronto lo sea en también en México.

Es en este punto palmario que lo que nos han querido promocionar como una política 2.0 es en realidad más de lo mismo, e incluso anterior a la doctrina que presuntamente superaba: como en la exhortación de la política del ministro Tobar: a) carencia de reconocimiento a gobiernos emanados de movimientos revolucionarios en función de la idea de "legítima democracia"; b) intervención norteamericana en los procesos de configuración de política interna de terceros países en base a la lógica del más poderoso: "tú me das, yo te doy" -esta vez, con un corifeo de naciones que sin empacho mezclan nociones tan encontradas al margen de sus historias mutuamente conocidas como guindilla...

Es momento de preguntarnos si la política exterior mexicana es acaso un asunto "periférico" de la administración; si su aparente tangencialidad habría de preocuparnos, al margen de producir sorna internacional y poner en solfa lo logrado por la Doctrina Estrada, o en otras palabras, si según el debate al principio aludido, habríamos de creer en cierta contraposición entre los asuntos de política externa e interna, haciendo recaer el peso, por así decirlo, en estos últimos, o si más bien, como suponemos aquí, tal contraposición es sólo aparente, si nos atenemos a los principios que inspiran las dos caras DE UNA MISMA POLÍTICA, y entonces lo pertinente sería indagar por esos principios, o lo que aquí columbramos, INTERESES.
A tal guisa traemos una vez más a cuento el Comunicado 285 de la SRE fechado el 24 de Julio en donde el gobierno mexicano, entre otras cosas, expone su "declaración de principios", que a la letra dice:

"México es un país respetuoso del derecho internacional, que no trabaja con ningún país en detrimento de otro, y su posición sobre la situación en Venezuela ha sido presentada de manera clara en los comunicados que ha emitido y en los foros internacionales en los que participa.
El gobierno de México reitera su absoluta disposición para contribuir, por la vía diplomática y en estricto respeto a la soberanía del pueblo venezolano, a una solución pacífica y democrática a la grave crisis que atraviesa Venezuela".

Retomamos de aquí lo concerniente al término "Soberanía", y nos preguntamos si es el mismo principio que alimentó a la Doctrina Estrada, así como si es idéntico al que rige en asuntos domésticos. Querríamos, desearíamos por mor de la claridad, comprensión y verdad, que fuera la misma administración quien nos lo aclarase; mas engrosando esta demanda la larga lista de otras tantas a las que no se aviene la actual administración por considerar que los cauces en materia de diálogo han de agotarse en las instancias instauradas a tal fin y no de un modo horizontal y directo con el pueblo en donde la misma noción misma de Soberanía reside esencial y originariamente, y de donde todo poder público dimana (según el artículo 39 de la Carta Magna), tal vez por considerarnos demasiado estúpidos e incapacitados para ello, nos damos a la tarea de aventurar una hipótesis sobre la comprensión que el gobierno mexicano tiene de dicho concepto, dado el uso ambiguo, impreciso y coyuntural que hace de él.

Difícil agotar en un espacio tan corto lo que el término "Soberanía" connota y/o denota: eso lo sabe cualquier estudiante de bachillerato que se haya iniciado en teoría política. Aquí, de entrada, ya nos hemos referido a él ora como término, concepto, principio, noción, y rematamos, como idea. Ninguna de todas esas "palabras" son, a su vez, "intercambiables", por decirlo llanamente. Explicar porqué esto es así requeriría, primeramente, un grado de erudición que sobrepasa nuestras capacidades, y después, un ingente espacio que rebasaría los designados al artículo. En ese sentido, querríamos contar por anticipado con la benevolencia del lector para soslayar esta dificultad DE PRIMER ORDEN y en cambio suponer, a modo de ensayo, una fijación común del "término"; colegir (a carencia de definición) lo que aquélla ha de ser, ora en base a la experiencia, a la formación, o a lo estipulado en el Pacto Federal en el aludido artículo 39, o bien en el 123 del Código Penal Federal.

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TRAICIÓN A LA PATRIA.

A más de tres años de que Bernardo Bátiz estuviera en el foro de Aristegui noticias explicando el fundamento jurídico por el que el CEN de Morena presentaba denuncia formal ante la PGR en contra de Peña Nieto por la posible comisión del delito de traición a la Patria de acuerdo al último artículo citado, con ocasión aquella vez de la "reforma energética" ( http://aristeguinoticias.com/0702/m... ),
y a casi de cumplirse uno de que el político, antropólogo, investigador, columnista y escritor Gilberto López y Rivas hiciera lo propio en el espacio del rotativo que ocupa su columna, en donde ratifica y amplía la denuncia con idéntica base jurídica, esta vez por concesión y explotación de recursos, tratados comerciales, otorgamiento de licencias de operación en territorio nacional a agencias americanas de seguridad, defensa e inteligencia, y la violación a las garantías individuales a los connacionales que de ello se desprende, así como a los organismos que en colusión, por acción, omisión o silencio pudieron y debieron haberse pronunciado en su momento, como la CNDH, Congreso de la Unión y Suprema Corte de Justicia de la Nación, amén del retroceso y perjuicio a la Independencia, SOBERANÍA e Integridad a la Nación que supuso la reforma energética ya denunciada por el CEN de Morena, y la invitación de Trump a Territorio Nacional siendo aún candidato a la presidencia de los Estados Unidos ( http://www.jornada.unam.mx/2016/09/... ), creemos que es de destacar lo que al pie de la letra nos dice el 123 del Codigo Penal Federal, y ver hasta qué punto el "ambiguo" concepto de soberanía que maneja el Ejecutivo Federal es el mismo con el que dirige a la política exterior, ampliandose entonces en cada declaración o comunicado la larga lista de delitos imputables, al hacerse portavoz no ya de principios, sino de los intereses norteamericanos allende nuestras fronteras. Dice:

"Artículo 123. .- Se impondrá la pena de prisión de cinco a cuarenta años y multa hasta de cincuenta mil pesos al mexicano que cometa traición a la patria en alguna de las formas siguientes:
-Realice actos contra la independencia, soberanía o integridad de la Nación Mexicana con la finalidad de someterla a persona, grupo o gobierno extranjero;
-Tome parte en actos de hostilidad en contra de la Nación, mediante acciones bélicas a las órdenes de un Estado extranjero o coopere con éste en alguna forma que pueda perjudicar a México.
-Cuando los nacionales sirvan como tropa, se impondrá pena de prisión de uno a nueve años y multa hasta de diez mil pesos; Se considerará en el supuesto previsto en el primer párrafo de esta fracción, al que prive ilegalmente de su libertad a una persona en el territorio nacional para entregarla a las autoridades de otro país o trasladarla fuera de México con tal propósito.
-Forme parte de grupos armados dirigidos o asesorados por extranjeros; organizados dentro o fuera del país, cuando tengan por finalidad atentar contra la independencia de la República, su soberanía, su libertad o su integridad territorial o invadir el territorio nacional, aun cuando no exista declaración de guerra;
-Destruya o quite dolosamente las señales que marcan los límites del territorio nacional, o haga que se confundan, siempre que ello origine conflicto a la República, o ésta se halle en estado de guerra;
-Reclute gente para hacer la guerra a México, con la ayuda o bajo la protección de un gobierno extranjero;
-Tenga, en tiempos de paz o de guerra, relación o inteligencia con persona, grupo o gobierno extranjeros o le dé instrucciones, información o consejos, con objeto de guiar a una posible invasión del territorio nacional o de alterar la paz interior;
-Proporcione dolosamente y sin autorización, en tiempos de paz o de guerra, a persona, grupo o gobierno extranjeros, documentos, instrucciones o datos de establecimientos o de posibles actividades militares;
-Oculte o auxilie a quien cometa actos de espionaje, sabiendo que los realiza;
-Proporcione a un Estado extranjero o a grupos armados dirigidos por extranjeros, los elementos humanos o materiales para invadir el territorio nacional, o facilite su entrada a puestos militares o le entregue o haga entregar unidades de combate o almacenes de boca o guerra o impida que las tropas mexicanas reciban estos auxilios;
-Solicite la intervención o el establecimiento de un protectorado de un Estado extranjero o solicite que aquel haga la guerra a México; si no se realiza lo solicitado, la prisión será de cuatro a ocho años y multa hasta de diez mil pesos;
-Invite a individuos de otro Estado para que hagan armas contra México o invadan el territorio nacional, sea cual fuere el motivo que se tome; si no se realiza cualquiera de estos hechos, se aplicará la pena de cuatro a ocho años de prisión y multa hasta de diez mil pesos;
-Trate de enajenar o gravar el territorio nacional o contribuya a su desmembración;
-Reciba cualquier beneficio, o acepte promesa de recibirlo, con el fin de realizar alguno de los actos señalados en este artículo;
-Acepte del invasor un empleo, cargo o comisión y dicte, acuerde o vote providencias encaminadas a afirmar al gobierno intruso y debilitar al nacional; y
-Cometa, declarada la guerra o rotas las hostilidades, sedición, motín, rebelión, terrorismo, sabotaje o conspiración".

De tal modo, que si el mismo Espíritu de ley que inspira el concepto de Soberanía que rige dentro de nuestras fronteras es el mismo que rige fuera de ellas, y si ha quedado demostrada la supeditación del Estado Mexicano a los intereses de la política exterior norteamericana en nuestros asuntos domésticos (lo damos por hecho), debemos entonces colegir de ello que cada declaración de la Cancillería en donde se esgrime la declaración de principios que justifican sus conminaciones, exhortaciones, aclaraciones, retractaciones, sanciones y demás en los asuntos internos de Venezuela, es una nueva y tácita aceptación de los intereses que realmente representa, esto es, los marcados por el gobierno de los Estados Unidos en su agenda internacional (de allí se hace explicable la "sordera", amén del pendejismo crónico, de Videgaray y Peña), haciéndose por consiguiente IMPUTABLES según lo estipulado en las fracciones 1, 4, 7 y 9 del artículo citado arriba, además de prevaricar en sus funciones al no haber procesado en su momento a la señora Márgara Závala, precandidata de AN, al infringir la fracción 11 el pasado mes de Marzo ( http://www.radioformula.com.mx/nota... ).
Entonces vemos que, en política exterior, la actual administración NI CUMPLE NI HACE CUMPLIR LA LEY.
No únicamente se depuso la utilización de una doctrina que inspiró la política exterior mexicana y gracias a la cual alcanzó prestigio internacional por décadas, sino también el Espíritu de conceptos fundacionales de la República, como el de Soberanía. Esto último fue lo que no nos dijeron: que el concepto de Soberanía que permeaba Leyes, República y Mentes bajo el mandato de Pascual Ortiz Rubio, su sucesor Abelardo Rodríguez, y el que le siguió, el General Lázaro Cárdenas del Río y subsiguientes, no iba a ser el mismo que permeara bajo el mandato de fox, calderón o el actual, en tratándose de política exterior, y por consiguiente, que iba a ser el sosias del ENGENDRO que rige a los asuntos internos.

De lo anterior es evidente que la política exterior NO ES UN ASUNTO PERIFÉRICO, por alimentarse del mismo sucedáneo que nutre (o malnutre, o desnutre, como la comida "chatarra") a la política interior.

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Corolario.
Hasta aquí hemos denunciado (sin necesidad) la febril intervención de la Cancillería mexicana en los asuntos internos venezolanos; empero, quisimos tomar uno de los principios que lo inspiran (Soberanía), empatándolo con el que a su vez inspira nuestros propios asuntos. Hemos cuestionado su legitimidad mostrando el grado de torcedura y desfiguración con que este principio rige dentro de nuestras fronteras, y por consiguiente, fuera de ellas. Hemos hecho imputable por el delito de Traición a la Patria al gobierno mexicano cada que interfiere en los asuntos de la República Bolivariana de Venezuela, como lo hacemos imputable en lo sucesivo de futuras interferencias en terceros países de valerse de los mismos principios. Nos creemos eximidos de dar cuenta del análisis de los otros dos, esto es, Independencia y Libre Autodeterminación de los Pueblos, por creer que lo dicho respecto al de Soberanía vale también para aquéllos.
Con esto no pretendemos acallar voces u opiniones de aquellos que crean pertinente decir algo en relación a los sucesos en terceros países, pero sí señalar el grado de implicación que dichas opiniones pueden tener si se hacen partícipes o eco de un gobierno tan ilegítimo como criminal y NO REPRESENTATIVO del interés popular, sino más bien de un gobierno extranjero.

Creemos que el conflicto entre principios universales y leyes particulares es un problema que requiere cierto esfuerzo intelectual y moral, tanto por la verdad que ha de alentar la búsqueda de la resolución pertinente como por la insatisfacción y desprecio que el investigador ha de invertir ante las respuestas fáciles y múltiples ocurrencias, que parecen ser el alimento de los cerebros de nuestros "políticos de profesión" (de hecho, tal conflicto se radica en las disciplinas del "Multiculturalismo" y algunas tendencias de "Filosofía política", a las que de momento no haremos alusión); pero creemos sobre todo que no hace falta abandonar las fronteras para asistir al conflicto de ambas potencias, al ser México tan exuberante en su diversidad cultural, de tal modo que nuestra participación en el problema sería más valiosa si nos atuviésemos a lo que nos atañe más de cerca, a diferencia de nuestra ignominiosa casta política, de modo tal que la contraposición que advertíamos al principio (y que inunda los foros públicos), entre los que creen pertinente la intrusión en asuntos extranjeros y los que ponderan más la resolución de los propios por parecerles más apremiantes, nos llegaría a parecer tan ociosa como innecesaria, y hasta risible.

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