sábado, 28 de septiembre de 2019

Palabras (2).


Palabras indelebles a la hora de tocarte,
con cercenadas yemas,
con lamentos que de todos lados llegan…
Palabras que antes de salir de mi
arrancan el hígado de cuajo;
palabras rojas,
de rostro rojo,
como niño goloso que no usa cubiertos…
Palabras como copas hechas añicos
o mojado combustible, que nunca verá la chispa,
el parto,
la luz…

Palabras espantosísimas que si fueran proferidas
cogerían por la yugular a la Verdad
en vampírico placer;
palabras parecidas a la mano del Crimen,
a la aspereza de la soga del ejecutado;
palabras que como ceremonia abren las puertas
del Templo,
que sujetan tanto más las rodillas al suelo
cuanto la mirada al Cielo.
Palabras que se las lleva el viento…

En tarde de Otoño...


“Mientras me visto pienso en la Muerte; mientras me cepillo los dientes, también. Mientras veo TV o porno; mientras me la jalo… Mientras hablo con J., que me gusta y no me pela: y con quien pienso en procreación futura e insensata; mientras cae la lluvia en éxtasis de alegría por besar la Tierra, mientras todo acontece en perpetua  Permanencia… Mientras todo es como Eco, como susurro, como algo y nada a la vez…
Yo pienso en la Muerte y me pregunto: “¿por qué estás tan presente y ausente a la vez? ¿por qué  tantos flirteos en una realidad de por sí envenenada?”; y la Muerte, empecinada en su silencio parco, inaudito, feroz, mirándome desde lo más oblicuo de mí mismo, nada me responde; ¡y siempre es así!, en un irrisorio diálogo donde yo siempre resulto ser el interlocutor…

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Hay veces en que es mejor no salir del caparazón, cual la tortuga. “¿Qué importa el Mundo?”, se pregunta en la oscuridad de sí misma. “¿Qué importo yo?”; ¿qué le importo yo al Mundo y que me importa él a mí?”, se pregunta, en la oscuridad de sí misma…

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No fue un Ángel de luz el Sol, sino de Tristeza.
No comprendemos…


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¿Es que las plantas procuran levantarse bajo un Sol agrio, dentro de una Tierra seca, con un Rocío cual pus?
Se levantan y ya.
Y nosotros las pisamos o arrancamos, pensando  moralmente.

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Hubo una vez un hombre cuyo menester más inmediato era una soga para ahorcarse, pero era tan pobre que ni agujetas tenía en sus podridos zapatos, entonces decidió darse a la caza de una rata que merodeaba  el profano árbol que habría de sostenerlo, una vez consumado el acto.
- “¡Ratita, ratita!”, le dijo; “¿podría yo usar de tus pellejos duros y robostecidos por la mala viada, de despreciada  y reñida con el género humano a fin de acabar conmigo?”.
Miró no con crueldad ni asco, sino con algo que va más allá de toda experiencia humana materializable en el verbo, la rata al desgraciado, y agitando su cabeza llena de garrapatas, marchóse en reposado silencio…

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Las paredes que no oyen, te guiñan el ojo.
Las Estrellas, cuando su pereza e indolencia lo permiten, bajan de vez en cuando a darnos un beso: en la transparencia de sus ojos delatan involuntariamente su ígnea naturaleza, crepitante, creciente y constante: indoblable: somos “pesados” por naturaleza; mas la Estrella todo lo resiste, cual corona de Rey. Siete quilates de oro es su peso exacto, y su contacto, calcinante…
Las Estrellas, en su deambular por aquí, son imprecisas, tímidas, rutilantes…
Son cercanas y lejanas a la vez, las Estrellas, pero siempre están…

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Surgió la Flor a la par de su arrepentimiento.

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Ruidos, hay ruidos en la casa de al lado.
Puede ser que el Padre estés golpeando a la madre,
o que el chiquillo de siete haya tomado el revólver…
Puede ser su estúpido perro,
su estúpida manera de vivir…

Ruidos, hay ruidos al lado,
y no me dejan dormir.
Deberá ser el cartero,
el del gas,
la camioneta de las chácharas,
pero mis ojos plagados de sueño
nada ven, sino a sí mismos….

La diferencia real entre Sueño y Realidad
es la constancia,
pero el Tiempo no existe ni existió jamás.
La Rabia se llevó
al Hombre del bastón y pipa en los labios
como pergamino…
“Todo se acaba”, dijo antes de marcharse…

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Decirle algo es malo, no decírselo, también
Haga lo que haga será malo
Se lo diga o no, será igualmente malo.
“¡Puta, pinche Kierkegaard, me pudriste el cerebro cabrón!”.


No hay certezas, hay mamilas.


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De remotos tiempos nos viene la creencia que evolucionamos, cuando hemos fracasado como especie: comémonos unos a los otros, en consular banquete, llenos de los demás, vacíos por dentro… El canibalismo habría de ser el deporte olímpico por antonomasia, y bueno fuera verle, reproducirlo hasta la saciedad de un hambre aún más inmaterial. ¿Qué se consigue sino un incremento exponencial de la vanidad a la hora atómica de abrir el perfil propio? ¿Qué sino la validación ajena? ¿Y al menos con eso alcanza satisfacción el Ego? Pues no. Es todo lo contrario…

No ha nacido criatura en la Tierra con más voracidad que el puto Ego humano; la vanidad de Narciso es nada a la hora de compararla con la de aquél: mediterránea estrella es lo que el espejo le devuelve; empero, del Espejo nunca hay que fiarse, y menos a la hora de la crepuscular Verdad, pues nada es lo que es… ni acaso sombras.

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Ignorarte está mal; no hacerlo, peor.
Haga lo que haga será peor,
y sólo peor,
desde el secuestro flagrante de mi seguridad,
de mi seso,
pulso,
de mi todo…

Habré mal por donde lo hiciese, sí;
mal si lleno la piscina de mis ojos
con tu agua;
mal si los besos al aire, si los párpados
medio abiertos
ni te besan  o sueñan;
mal por todos los flancos,
mal de mí y de ti…

Sea entonces la Maldad,
que me permite tocarte e incluso olerte
a través del concreto
que llevas por mascarilla,
del silencio cual látigo,
del fino ademán  con que te escabulles…

Árbol mi cerebro, Tú la hoja que cae,
con estrépito,
con coraje,
con tu alma llena de gemas
y kilates,
con tus mejillas rosas,
con tu sexo como fuente…

domingo, 22 de septiembre de 2019

Ritmo





Reclamo el nuevo Ritmo:
pasos o movimiento de planteas o nubes… Lo Nuevo. ¡Hágase lo Nuevo! ¡Que lo Nuevo sea el Arcángel de la puerta paradisíaca, y capture la mirada mortal con su espada ígnea y flameante!

U Otro que Dios ni Demonio  nos identifique en la crespa de la Montaña…

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Fue terrenal alimento la noticia roja, y bebimos sangre directo de la vena: ¡oh! ¡cómo duele circular sobre la avenida azul! ¡cómo el cabo de la Vida se convierte en Spagghetti  en el hocico de Perro, en los labios cristianos! ¿   Qué nos pasó?

Cincelamos  el epicentro de la mentira llamada existencia, y nos echemos para fuera…

                                                                      $$$

¿Viste, viste el dolor mental de la Conciencia al ser dada a Luz?  “Oscuridad” debió ser su nombre, pues “Descomposición” llamose su Enfermera, la parturienta y cómplice del delito… Nadie cree de Corazón en la Patria.

                                                                     $$$$$


Anonimato el refugio interno,
Seducción el Pronombre,
Silencio la veladora en los pies de día santo;

que cual Paloma,
augura un Periódico abierto.

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El Amor y su labio caído, el de abajo, el de la inteligencia… Que fuera ciego, se sabe; Idiota, no.
Es la respuesta al error (o sea, por eso nos equivocamos como Especie; por eso somos así).
Mientras tanto, discurre la psicotrópica tarde con sus párpados como alfombra...

viernes, 20 de septiembre de 2019

J (2).


Pegome fuerte el Amor, al igual que la maldita Muerte: supe no’más de Ti: caliente piedra de manos ocultas y escultor ausente… Te quise, quiero y querré en esta noche de Verano, en que todo y nada pasa… Nube, cual nube, me obligaste a suspirar, o rayo de moribunda Estrella…
Leí el Génesis, creación del Todo, en clave tergiversada…

Nunca fui por Ti, Amor, mas de las greñas trajiste el sistema planetario en el cual yo vivía sin siquiera dormir, ¿lo entiendes?

Por eso te llamo con tu nombre propio en el ocaso del entendimiento ajeno…


Cuando sepas aplacar las olas de tu frente de calizo mármol, hablaremos, si queda algo que decir… Mientras tanto, te Amo, quiero y llamo, ¡Décima! Y por tal motivo estas palabritas exprimidas, como merengue o ropa mojada; como perrito rascándose no las pulgas, sino Alma… Al fin y al cabo, eres muy “Tú”…

¿Sigues sin entender mis ojos de Paloma, de Gaviota, de Tórtolo, en el Umbral que llamas “Sombra”? ¿En eso que dices, “yo, “J”?

“Crueldad” serás… En Crueldad me convertiré…



J


¿Y cómo no rendirme ante diez Imperios como el alba?

Mano izquierda:
Meñique- Paris
Anular- Gran Bretaña
Cordial- New York
Índice-Buenos Aires
Pulgar- Atenas

Mano derecha:
Meñique- Egipto
Anular-Bohemia (República Checa)
Cordial: Moscú
Índice: Ciudad de México
Pulgar- Korea…

¿Cómo no caer de hinojos, desesperarse, querer comer cada una de esas pequeñas ciudades sitiadas por mis deseos… cómo, Décima (después de Calíope, Melpómene, Terpsícore, Erato, Clío, Thalía, Euterpe, Polimnia y Urania, digo…) cómo Tú te atreves con tu epidermis de lava a retrotraer mis labios de hielo? ¿Cómo no desearía, por una vez, a querer asimilarte en caliente Beso? ¿Cómo no querer alimentarme de tus uñas?


Entonces me pegaste como loca droga. Como “caballo” en mi letargo del Amor me despertaste: ni ayer ni hoy, sino más bien desde siempre, cuando te esperaba con antelación a las puertas del útero de una mañana o tarde de estío, ¡J!
Me recriminas que así no es, que no así, y yo aferrado a tus negaciones grandilocuentes y mentirosas: más Bella eres en cuanto más te engañas, y de paso me dejo arrastrar, por la marejada de tu escepticismo y soledad petrificada… ¡Déjate sólo caer, que yo te detendré!


Soles negros sobre blanca colina, así tus ojos… Borrasca tus pestañas (y yo bajo Ellas, ya de rodillas…)…
Postiza tu nariz, cual cúpula en la casa de Apolo…
Constelación dentro de labios como agujero negro (¡me traga, me ahogo! ¡Sálvame!).
Con cruel respeto la distancia aborrecible entre Tú y Yo; me dispongo a cruzar frontera, a riesgo de ser deportado…

Chichis Caderas y Muslos que son banquete visual, y yo que pago lo que sea, lo que sea, incluso la Salvación Eterna…

Te quiero completa, J: Mujer de abortos y amabilidades por igual; Mujer de Carne y Sueño; de Sangre y Sed para el Hemofílico en que gustosamente me convierto a cada portazo de tus “¡no!”; Mujer tan inasequible, tan lejana, tan añorada en la platea de un pasto dorado… “Lluvia”, “Astro”, “Luna ahíta de mordiscos, todos míos”, te llamo luego…

Te quise antes que lo supieras; callé antes que lo escucharas; y sí: ¡te tuve que espiar un poco! ¿Te ofende? Culpable de rojo Amor soy…

J: ¿me devuelves mis paraguas? Si sí, encájalos entonces en donde sabes: mi estipulado e irremediable Corazón; el mismo: a la hora del péndulo inexorable… Lo conoces…

Tuyo es… En cuanto lo reclames...

domingo, 15 de septiembre de 2019

Orgullo y Amor propio. Ensayo.




                                                                                         A los que he ofendido, ¡y a los que me faltan!


      
       Sólo se logra salir indemne de las injurias ajenas por mor de haberse infligido antes las propias: cuando ofensor y ofendido son de la misma carne –o bien, cuando el agente activo no es sino Fortuna: se observa entonces que orgullo y susceptibilidad menguan parejamente, sin probable menoscabo del amor propio, cosa que no sucede en quienes a sí mismos no se hubieren antes lastimado o reconocido como agentes de su propio mal, que al caso es lo mismo; gentes bien proclives a la ofensa ajena y al concomitante orgullo herido, incluso por la más banal nimiedad, pues reconocen e identifican con aquél último el amor propio, y por tanto padecen intestinos rencores con mayor ímpetu que los otros en caso de no desquitar oportunamente el agravio recibido; en caso contrario, subliman su venganza mediante exagerada e innecesaria crueldad; y si por trivialidades y asuntos baladíes se dan tan prontamente ofendidos, bien puede decirse de su coraza emocional que es bien enclenque (en caso de haberla), cual cascarón de huevo, que al primer contacto brusco vacía su parte más estimable, y bien pensado la alegoría da suficiente de sí para justipreciarlas como gente inmadura de psique y emociones, pero también del contacto con parte que más atañe: llamémosle “sí mismo” (a fin de destejerla por completo del “yo”, del “sujeto”, de la “conciencia”, de la “interioridad” o “subjetividad”, habríamos de quitarle a nuestro “sí mismo” el “mismo” y dejarlo sólo en “sí”, cuando no llevarlo hasta un “sí-no”, desnudándolo en su dualidad complementaria e incluso llevarlo a sus más dialécticos extremos… Nuestro “sí-no” apuntaría indefectiblemente entonces al Sino griego, como lo más propio y ajeno a la vez, y con ello daríamos el tan añorado salto a la Otredad, sin salirnos de nosotros mismos)…

       En cuanto a nuestro primer tipo, decíamos que ostenta una patente desvinculación de su amor propio respecto al orgullo y la acendrada susceptibilidad de un Heathcliff en virtud de los cuales éste es herido. ¿Cómo es posible semejante cosa en un mundo que nos hace creer precisamente lo contrario, que hipervalora al orgullo hasta el superlativo grado de la virtud; que a toda costa y medios fomenta la autoidolatría; que el ego de sus criaturas erguidas y cabialtas lo ha inflado con astuta pericia hasta alcanzar su propio tamaño? Diríamos antes “cultura” –en caso de no querer incurrir en un estúpido antropocentrismo en detrimento de los demás bellos seres con quienes compartimos “mundo”- : el más refinado producto del Homo Faber, que tan innegable y eficientemente lo sesgó del reino animal para colocarlo en variable número de casos en el bestial: la evolucionada mano que antaño blandiese la espada en busca de Gloria propia y extraña, que fuera usada para bendecir y persignarse en comunión con sus semejantes y el Creador del Todo –irónicamente fenecido por cornejas kafkianas- , que manejase con garbo y habilidad de sobra ora pincel, martillo o pluma y legase al género humano sus más bellas obras – y en virtud de las cuales la palabra “cultura” adquiere su significado más áureo, confundido en los tiempo que corren con la más grosera chatarra-… Esa misma mano del simio por antonomasia maneja con singular pericia el maldito aparato celular que no le va a la zaga en inteligencia, pues “teléfono inteligente” lo llama, y con el mismo no para de hacerse “selfies”: capturas de imagen de sí que ipso facto o la postre tergiversa a fin de halagar su vanidad: la era del progreso en su más puro estado…

       Pero cojamos nuevamente el cabo de nuestra pregunta inicial: ¿es posible el divorcio de orgullo y amor propio? No podría asegurar que tal cosa menguase al orgullo, pero sí que medra el amor propio, porque, ¿hay tribunal más acérrimo y terrible que aquél en que acusado, juez, fiscal, defensor, testigos y jurado sean uno y lo mismo como no sea el “sí mismo” de cada cual? Creo que ni siquiera el presidido por Minos, Radamantis y Éaco… Incluso cuando los más sepan sustraerse habilidosamente a los exhortos, exigencias y demandas de dicho tribunal y se sirvan de ellos para asearse el orto, viviendo perennemente cual fugitivos de sí, abandonándose a  una sociedad que como fiel amante los recibe siempre con los brazos abiertos…

       No nos confundamos:  en este Tribunal-Condición de emergencia del amor propio no debe advertirse esquizofrenia o trastorno de personalidad múltiple alguno –por más que el autor de estas líneas se tenga por “loco”, al menos a modo unamunista o platónico, y también se fíe más del alienado que del alienista-, si tomamos en cuenta lo que un peón de ajedrez es por lo que es: no hecho de este o aquel material, de tal tamaño o color o textura, sino cuáles sus funciones dentro del juego, en concordancia con Wittgenstein; luego entonces, aquí se trata de funciones intelectivas que unas veces indiciarán, sopesarán, corroborarán o desmentirán, emitirán veredicto, defenderán y apelarán a lo único que hace al caso: uno mismo (y diverso, según se ve). ¿Qué puñetas pinta aquí el orgullo y su dáimon, la susceptibilidad? El ujier del recinto los dejará plañendo en la escalinata; el Ego, psicopatología la más moderna, será huésped y no anfitrión en el proceso del “sí mismo”, y le será permitida la asistencia a riesgo propio: allí enrojecerá de vergüenza y muerto será en el acto (de hecho, será el único ejecutado a resueltas…).

       ¿Será que el Amor… el amor propio surja así como así del someterse uno al Tribunal de su conciencia? Aquí hay de nuevo qué discriminar… que dicha imagen, de puro relamida, nos impele a identificarnos con conciencia y nada más que conciencia, cuando al sentarnos en un momento de introspección y quietud en el banquillo de los acusados, al desnudo y sin tapujos, no somos conciencia –por más que estemos siendo conscientes-, aunque la tramoya sugiera lo contrario… ¿Qué somos en ese momento, lector audaz? ¿Qué eres tú en el oportuno momento en que de grado o por fuerza depones el lastre del orgullo, el ego, tu susceptibilidad y demás trapacerías y champurrados de los que no te es lícito echar mano, una vez colocas allí las posaderas?

       “Expósitos” me acude en primer lugar, con inclemente insistencia…


                                                                              *             *             *

      
Fue usanza de tiempos pretéritos el abandono de recién nacidos a escalas que fluctuaban según la sociedad en que esto ocurría, según permiten juzgar las instituciones que fueron creadas a fin de amparar al indefenso (que por sí mismo no se podía valer, y asegurarse la subsistencia):  en la India védica era práctica corriente; en la sociedad griega íbase más allá, frisando ya el infanticidio (Edipo, verbigracia, supera los lindes literarios, o bien “encarna” una práctica social muy bien estipulada); en la romana fueron creadas las primeras instituciones traducidas en Derecho, dado que al paterfamilias le reconocía, como agregatum de la potestas patria, el ius exponendi, es decir, el derecho de sacar fuera de la casa al hijo no deseado, y dejarlo allí para que pereciese o bien fuera recogido por quien se interesase; con el advenimiento del cristianismo (no de Cristo) se suaviza esta dramática realidad creando inclusas o casas de expósitos encargadas de amparar a las criaturas e identidad de los progenitores mediante un discreto torno en que aquéllas eran depositadas previo llamado de una campanilla; en la legislación española de 1921 se reconoce el derecho de cambiarse, muto proprio, el apellido “Expósito” que era frecuente endilgar al abandonado en las instituciones por otro que lo librase del escarnio social; también en Italia, de lengua romance, se echó mano de idéntico expediente con apellidos tales como Sposito, Esposto, Esposti, Degli-Esposti… En la literatura hállase bonita ilustración de lo que digo en la historia de Jean-Baptiste Grenouille, magistralmente contada por Süskind en su Das Pärfum…

       Causas y motivos de esto nos son tanto extrañas cuanto ajenas; empero, bien puede intuirse que un buen número de abandonos se efectuaron a fin de preservar el honor de las madres, y que no se hiciese de ellas pasto del oprobio: honor y orgullo en mancuerna, pues…

       De dicha voz latina la etimología nos dice que pertenece a la familia de palabras derivadas del verbo ponere, poner, de modo que ex-ponere es “poner fuera” (de la casa paterna); el “ex positus” era, por ende, el que era puesto fuera, esto es, el expuesto

       El “sí mismo” se expone ante sí “dentro de sí”…. Tratemos de abatir esta aparente anfibología.

       De los entes que tenemos alguna noticia cierta, es el “sí mismo” único capaz de diversificarse mediante un movimiento retroactivo conducente a un espacio que le pertenece en el más amplio sentido, llamado de distinta guisa en la historia de la filosofía: ora conciencia, ora interioridad, ora subjetividad, ora res cogitans, por mencionar unos cuantos… Este espacio (y tiempo), yuxtapuesto al otro ocupado por su materia física y la del resto de los entes con quienes comparte universo, es el genuino en que acontece su “estado de yecto” [en el Heidegger ‘existencialista’ no parece reconocerse esto, ya que “existir” (de “sistere”, estar, y el prefijo “ex”, fuera) supone un “fuera”, acaso de sí (lo contrario al “ensimismamiento” en que el “sí mismo” se hace presente a sí): de allí la dualidad inherente del Dasein, en tanto “ser en el mundo”; el ente del que aquí se trata y el “yecto” en que su esencialidad se posa no compete a un “fuera”, si bien dicho “fuera” tampoco es negado.. El que su existencia preceda a su esencia aquí poco importa, al tratarse aquí más bien de lo último); arrójase a sí dentro de sí, a fin de exponerse ante la pluralidad de que está compuesto, impelido quizá por el Corazón, que le reclama “cuita” y “cura” (“el corazón se preocupa, la cabeza se ocupa”, podríamos decir, pervirtiendo un tanto los acentos del filósofo Ortega…)…

       El “sí mismo” puede “escuchar”  sin palabras (corazón), más para entenderlo, ha menester de ellas (cabeza), contando en tal empresa con la diversificación que de sí hace en caso de no ser inexorable, pues allí acuden, como decíamos, una pléyade de gentes, que lo acusarán, defenderán, promoverán conciliábulo para sopesar pruebas a favor y en contra, testificarán y exculparán o defenderán según el caso… En virtud de este proceso interno podemos presumir del “sí mismo” que es el único ente (constatable) capaz de alcanzar cierto grado de conocimiento de sí… El “sí mismo” es el ente capaz de conocerse a sí mismo, sin máscaras (más propias de carnestolendas o sociedad…)...

       ¿Pero se conoce lo que se ama, o se ama lo que se conoce?, como bien apuntalaba Unamuno... ¿Precede el Amor al Conocimiento, o es más bien resultado de éste? E igual que Unamuno, no lo sé de cierto… ¿Tú qué piensas, lector amante de las vitales dicotomías… qué camino eliges?

       Un “sí mismo” quien sea, que experimenta este tipo de Amor, experimenta a su vez algún nivel de repulsión respecto al orgullo, máxime cuando el amor a sí viene a resueltas del conocimiento; cuando ha atravesado numerosos procesos internos que no lo han matado, pero que lo han hecho más fuerte, y se dice a sí mismo “sé quién soy”; en él, sensibilidad y susceptibilidad son dos estancos separados… Su acerada armadura no le impide saberse frágil, mas en su Hacer le va el Ser… En la “expositio” de sí le va no el abandono, sino su ganancia: elemento diferenciador del auténtico abandono, cuyos síntomas son el desmesurado orgullo y la susceptibilidad hipertrófica de que hablábamos al principio.

       Epílogo

       La enfermedad moral del filósofo contemporáneo se llama dogmatismo; si bien éste ha existido desde los albores mismos de la filosofía, nunca su virulencia fue mayor que en nuestro “ahora”: por tal motivo me concedí la libertad de tratar tópicos tan trillados, cuyas respuestas son divisa corriente y generalizada, como si fueran enteramente nuevos, a fin de sustraerme de tal peste. Creo haber fracasado en el intento…





martes, 10 de septiembre de 2019

Let' s do nothing at all.


Let’s do nothing at all:

 and stop talking to each other
and asking why we should do so;
stop thinking, and even breaking down
the miscommunication
between brain and heart;
stop blinking and softly
shut down our eyelids
and ‘see’ how the outer world
fades away;
stop moving without struggling
with the flow
and remain like the stone
into the river;
stop hearing those beats
from the chest,
from the skull;
stop smiling but
letting the soul smile;
stop breathing… stop breathing,
‘til not air, but Spirit,
go through us…
Let’s not being, and try instead
to merge into Nothingness
and feel like Nothingness does…
just feel… only feel...

Let`s do nothing at all.


Ashes to ashes.




Days pass away and are born
again and again:
endless cycle of the same
fugitive dusk and dawn

whereof no god seems
to be noticed, but men –only men:
forsaken creatures by Creator’s hand then
feel, and become insensitive Teens

in the amidst of a hidden Paradise
equally plenty of Love and Cruelty
-chiefly run by the latter and Beauty-
whose blackened fate tells the dice!

“For dust thou art,
and unto dust shalt thou return”,
remains into their hearts like thorn and burn
their clay-made being, falling apart!


domingo, 8 de septiembre de 2019

                                                                                                                  A Vania. Con Amor.

Suicidio.

Escuecen las heridas de la lucha: una, que empezó treinta años antes en el albor apenas de mi primera infancia que conjugada con un temperamento osado y ávido en saber dieron origen a éste que rema con su nombre, atisbo de la Nada tan próximo a ser barrido por el hálito del Universo y secuestrado por su ADN tan semejante al del Perro; a este abanico de calamidades, digo, que nada sabe ni cree y cuyo epitafio ha escrito por adelantado en dentellados versitos y otros estambres de británica hechura, o sea, texto;
al paria entre filósofos y maldito entre poetas:
santos de cera derretidos
en el umbral de su esencia
y llevados al histrionismo
producto más del pedo de las Musas
que de sus cantos:
Obsecuencia aborrecible;


Al fumador de opioides sueños
y alcohólico sin remedio;
amigo de los perros
plantas
prostitutas
y borrachos
y los vellos del antebrazo de la Noche

al que nada debe y nada teme
-nunca fue el caso ni de uno ni de otro-.
y silbando va por la Vida;
a esta Mecha en cuerpo de Dinamita
reproduciendo una y otra vez el "Big-Bang" dentro de sí
tras las tinieblas de sus pupilas...
Rombo, Criminal y Santo por igual.


                                                                             &&&

hízoseme entonces
del Aserreín del Odio
y la plasta blanda
del Amor:

por Manos ensortijadas
y llenas de cicatrices

ayuntándose por Gracia
del escupitajo...

                                                                             &&&

Creo recordar que en alguna de las brillantes novelas de Auster se habla de casos humanos en que o bien intencionalmente o debido a otras circunstancias privados son del contacto con Lenguaje y humanos en sus más verdes años,  pues tal fue Mr White, rompiéndole con ello la madre a las superfluas disputas académicas en relación al "Tractatus"
Retroceder alguna vez hasta el estado
prístino y feral
en que ni el mismo viento Austral
posaría el índice
y ser por fin alguien en la Vida;
dejar de porfiar contra amigos invisibles
en un estado
de petrificada adolescencia:
maromas del festín
y alimento de palomas:

"¿Por que Tiempo invertido
en libros de tinta
y pródigos en eructos?",
me digo

Tuve que haber
cambiado de Dealer.

Mis arrebatos de idiotismo
los llevo en las costuras
tal flash de cámara
o cosquilleo en la espina:
el más enjuto día
que jamás nadie haya vivido,
y largos a veces
como el luengo rostro del Insomnio;

putazo de Box Thai
agudo y tétrico
cual tétrica putada
o hueso roto
o coágulo en arteria

                                                                               &&&

(Cuando mi Cartal Astras
en esto era específica:

"¡sera asesino!;
morirá en la horca---"

maldita, maldita sea...

Creo haberme arrojado
a los brazos del Vacío
y que Atlas no carga al mundo
sino que adosado
flota con él
cual aquí es zozobra inmensa
en la inmensa Mar:
pues pensar podría Aquél
que nos sostenemos a una tabla
cuando es caso contrario:
que nos aterra sumergirnos
y a tabla endeble aferrarnos.

                                                                                &&&

Concupiscencia mentales
que dan origen a la Guerra
y huestes de Troya
y lloran sobre tratados de Paz
y fingen odiar al Hombre en su conjunto
mientras escrutan al Rey desnudo
que atraviesa al pueblo X...

El gatillo es un muslo femenino.