lunes, 17 de septiembre de 2018

Ecce Homo, o Anthropogonía.





Acaso en sí la pujanza
presintiendo, hízose
prognóstica Criatura

a su imagen y semejanza,
y fue en acabada perfección
imperfecta
y su advenimiento
naturaleza yecta.

“No” su sino,
“sí” a su éste “estar”
convino,
a todo lance,
prueba
y trance.

Mas quiso Correlatividad
que su Creador
-quien nunca antes
(¡del “Antes”,
“Nunca”
y toda estirpe temporal,
y aun de Chronos
filófago,
predecesor Ancestral!)
nombre dado había,
ignorando el propio-
rubricare al Opus:
yuxtaponer Eterna Compañía
a superlativa Beldad:

de Carne
carnificación
vehemente…

de Deseo
un Nombre
incipiente…

Y bajo epidermis
una misma llama
ardiendo...


Díjole así:


“¡Muéstrate, especulación inaudita y mercurial u onomática Criatura de ojos cetrinos y piel azogada, a fin de deponer sobre ella mi investidura purpúrea, sortija, báculo y panoplia, y permíteme  ante todo conocer tu nombre hermético y augural!”.

La Criatura Perfecta -llamada sólo más tarde Hombre- contestó:

“NON SEQUITUR”.