sábado, 12 de octubre de 2019

(sin título).


Cuántas vidas he vivido y muerto sin saberlo o pretenderlo, ¡Vida!; pero la locura que no se comparte no es locura en absoluto.
Estar sin estar entre extraños, empero compartiendo el mismo aire, pan y sol… Elegí, si no me equivoco (¿o sí?) cierta vida, cierto género, que me llevo al deshacer más que al hacer –muy pronto supe lo endeble de los fundamentos-, que me trajo a esto: una estentórea Nada que a nada se parece… Y sin embrago, ¡me di a vivirla, Dios!, como haya sido: sin rumbo,” sin timón y a la deriva”, cual ebrio barco: y fueron los soplos de la Noche que a mis velas alentaron, y las errabundas estrellas mis únicos guías, y juntos conocimos lo inhóspito de esta Tierra: cañaverales, estepas y desiertos adolescentes todos del buen Vino, del cataplasma que el alma añora; y juntos tostamos la epidermis ante las ascuas del tiempo, el que fuese, bueno o malo; y uno fuimos en el menester.
¿Qué queda después de aquello?  ¿Qué sino la mugre que por maquillaje llevo y presumo?
Pero tú, ¡Vida!, en tu inaudita hipocresía, con tu hocico lleno de espuma y rabia en las uñas, y tus parsimoniosos pasos de homeless; tu agrio tufo; con tu cálculo inexorable y matemático…
“La Belleza no muere”, alguna vez me dijiste, y te creí, y con mi alforja y atajo de payasadas me empederní en su busca; mas la Fealdad allí estuvo mostrando sus colmillos en el horizonte siempre; la muy hija de puta donde los pájaros detienen el vuelo, y su mano ungiendo la boca de los hombres: por tanto la Oración, ¡Vida!,es el agua sucia con que el Dios se ducha; de allí la metafísica semilla con que aquéllos cultivan su trigo…
Y la Mujer fue el aderezo del caldo, y trinos hubo,
y perfidia y rocío
y malva sobre nuestras cabezas…
Creóse pues el  problema; y el irresoluto Enigma; y el rostro desencajado…

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Ahora me dedico a pelar los minutos cual si fueran frutas, y debo confesar al fin el incontable número de gusanos que algunos alojan, y otros  el burdel,  y algunos más, las tristes ruinas que cada terremoto deja tras de sí, con todo y sus cadáveres y los perros aullando de dolor…
Ahora me dedico a estudiar las imperfectas figuras de cada bocanada y escuchar en silencio la rotación planetaria; administro mi respiración con algo de racanería y agiotismo , pero el aire carcajea, y sobre mi cabeza la escarcha de los malditos años, y los esputos propios que obedecen a la Gravedad….

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¿Firmaremos, pues, el tratado de paz? Pero la tregua te es tan ajena como a mí el Amor: por eso no debería coquetear con las Musas, por eso no debería pertrecharme en el vino, por eso no debería ver en cada brizna, en cada libro, y cada alada criatura (todas, todas me lo parecen), la vagina “per sé”; y me ocurre, como maldición y Destino, todo lo contrario: que todo es ruta, carretera, autopista, y a trescientos kilómetros por hora voy en mi Ferrari.

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Creo haber alcanzado, al fin, cierta experiencia en la idiotez más extrema;
por tanto,
soy sabio.

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Belleza:
¿por qué te muestras y ocultas? ¿por qué tan rejega?
¿Habitas en el ojo? ¿Eres la “cosa”?
¿Y has venido al mundo para quedarte, o con el cometa que te trajo marchas para no volver más?
¡Oh meteórica, oh inasible!, que aun el venenoso ciempiés tuvo tu gracia sobre su lomo, y la hiena en su risa, y el león en su furia, y la Mujer en su vientre, y el todo, el inenarrable Todo…
Pero me hago viejo, y como la gota a la piedra, me horadan las sentencias: “la rebeldía es el primer paso a la madurez”, y te voy queriendo sin quererlo…