Acaso en sí la pujanza
presintiendo, hízose
prognóstica Criatura
a su imagen y semejanza,
y fue en acabada perfección
imperfecta
y su advenimiento
naturaleza yecta.
“No” su sino,
“sí” a su éste “estar”
convino,
a todo lance,
prueba
y trance.
Mas quiso Correlatividad
que su Creador
-quien nunca antes
(¡del “Antes”,
“Nunca”
y toda estirpe temporal,
y aun de Chronos
filófago,
predecesor Ancestral!)
nombre dado había,
ignorando el propio-
rubricare al Opus:
yuxtaponer Eterna Compañía
a superlativa Beldad:
de Carne
carnificación
vehemente…
de Deseo
un Nombre
incipiente…
Y bajo epidermis
una misma llama
ardiendo...
Díjole así:
“¡Muéstrate, especulación inaudita y mercurial u onomática Criatura de ojos cetrinos y piel azogada, a fin de deponer sobre ella mi investidura purpúrea, sortija, báculo y panoplia, y permíteme ante todo conocer tu nombre hermético y augural!”.
La Criatura Perfecta -llamada sólo más tarde Hombre- contestó:
“NON SEQUITUR”.
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