viernes, 31 de agosto de 2018

Reflexión, o lo que sea...


But I have lived, and have not lived in vain:
               My mind may lose its force, my blood its                   fire,
 And my frame perish even in conquering                 pain;
               But there is that within me which shall tire
               Torture and Time, and breathe when I                       expire…

Pero he vivido, y no he vivido en vano:
mi mente podrá perder su fuerza, mi sangre su viveza,
y mi ánimo flaquear a la hora de vencer la desventura;
pero hay algo en mí que acabará venciendo
al Tiempo y la Tortura, y aún alentará cuando yo muera.



                                               Lord Byron,
                                              
Childe Harold, Canto IV.



Haber traducido a Byron, como a cualquier otro poeta de lengua ajena, me habría supuesto un crimen para el cual aún no estoy dispuesto (a pesar de mis infructuosos asaltos, de robos moderados y sistemáticas estafas), de modo que la traducción me la terminé chingando de por aquí y allá, como quien dice.
¿Porque habrá acto más antipoético que la traducción de la Poesía?
A no ser el tratar de explicarla… de exigirle al poema el ajuste económico, nouménico, cosa por demás incognoscible (Kant dixit)
“¿Qué nos habrá de deparará este cielo könisbergense bajo el presente texto salpicado de predecibles sinsentidos?”, se preguntará el amable lector (a)… La verdad es que la baraja se me ha agotado; que mi último centavo yace en el bolsillo con la seriedad del decano en al pantalón del ganador, que no fui yo… Que la biografía del Poeta se yergue como árbol sediento de orina de perro, y que sin más circunloquios baratos, NO-HAY-RESPUESTA…
Bien harías en volverte, pues, al euclídeo plano que te ha llevado a esto: sea lo que sea; conducirte con sabiduría de la mano y cara de amarillos emoticones y pulgares al cielo, y corazones más rosas que rojos… Como dijo aquél,
“¿No es acaso el Rosa,
sólo un Rojo moribundo?
¿Y no es quizás el Blanco
un Negro avergonzado?”  

La última encuesta Chaquetovsky nos arroja los resultados siguientes:
-Que un notable 47,33 por ciento de la población post-azteca se decanta por Televisa,
-Mientras que otro incurable 23,77 por la vida del Juanga, a través del Netflix
-Pero que las sobras prefieren ni contestar a la pregunta (principios religiosos o abjuraciones de toda índole: encríptico lenguaje)…
Así que en resumen: V-A-L-E  V-E-R-G-A…

Luego entonces, ¿se equivocó Bocanegra con el dodecasílabo?  ¿Debió poner en prosa y cuartetos el himno nacional?
¿La cagó garrafalmente?
Con Fortuna de nuestro lado,
y las cuencas de los ojos chorreando,
proclamemos arrogantemente
 la solución al problema
con la firma que merece
un cheque en blanco…

                                                                                  *          *          *

Hay, en la vida de los fenómenos, una cosa que objetiva con tanto derecho como derecho hay en sojuzgarla, y se llama conciencia. Con minúsculas.
Que no es otra cosa mas que una mosca perdida en los confines del Universo, y más específicamente, en este basurero llamado Tierra, glosando al gran Loco.
Y que dicho fenómeno se aferra con la fuerza del fierro a los postigos con epidermis de herrumbre que resguardan al que la detenta, donde Céfiro no bate ni alcanza, pero predice.
Donde no hay puerta de entrada, sólo de salida.
Y dicho fenómeno hay que amasarlo como un cacho de plastilina o una pasta de dentífrico, a fin de hacerla reluciente y útil. Porque si no, porque si es inútil, ¿no es más bien una espina? ¿Una flecha en el talón ‘Pensador’ del Roldan? ¿No fue ya el alma humana infeccionada por la saeta de Cupido? ¿No fue su estúpida curiosidad causa y consecuencia de nuestro ‘conocimiento’ amilanado? Y por último, ¿no es éste nuestro conocer, tan humano, tan demasiado humano, causa y disturbio de un TODO que recula como gato espantado?
                                                                                  *          *          *


Decía Che Cortázar que todo era ilusiones, sobre ilusiones, sobre ilusiones, sobre ilusiones, hasta remontarnos al charco del origen, en donde absorto se contemplaba el simio arquetípico, y que tal era lo que llamamos pensar: una mera voz pasiva; que tal cosa era pastilla o estopa remosada en thinner; que tal era de la estratósfera para abajo: un tótem con la sonrisa del felino, tan parecido a una media luna, tan parecido al puño de Júpiter, rico de anillos…
Buscado por las policías de la constelación y la canalla generacional que lo requerían “wanted alive or dead”, al puro estilo del medio oeste americano, supo refugiarse tras esa barba lovecraftiana, y esos ojos que arañaban, y ese desgreñamiento general de sus textos inmaculados por otra parte, tan ‘Paradise Lost’,  para todos aquellos que llevaba bajo el brazo una varita embarrada de espumeante rabdomancia, y luego arrojarla a nuestra mordacidad canina y hacernos correr tras ella…
Hablando ya en indicativo,
un revólver sobre la cabeza de un perro moribundo empuñada por un descerebrado con chaleco antibalas, o su bota tan limpia y tan a la vez sucia estrellándose con odio sobre las costillas descarnadas del primero, cuyo único delito fue elegir un lugar transitado para morir,
un vagón abarrotado de alférez de primera división, de napoleónicas divisiones dispuestas a salvarle la vida al prójimo, e injustamente estancadas en una línea enferma del hígado por virtud o capricho de un conductor obsesionado con la pornografía,
o una junta de padres de familia apoyada sobre las muletas  de la pretérita cobardía o si se me quiere entender, de la Revolución que se fue como un trozo de crack sobre


una lata mojada?
¿o una cajera de Súper maquillada con sudor detrás de una fila interminable mientras el C.O.C le exige hacer un corte de caja simultáneo?
¿Queréis, en fin, amable lector o lectora, tragar más puñados de basura?
¿Queréis más tiempo indicativo?

                                                                       *          *          *
“Creo estar” a la décima potencia, como decía cierto Adolescente.
Creo haber hecho y deshecho lo suficiente para que mi argumento, contraargumento y pensamiento se parezcan a la viscosidad con que hoy en día juegan los bebés autistas.
Mi volumen de mi pensamiento ha alcanzado las cotas de un pene verde con venas rojas: centrado, excentrado, descentrado, y no necesito más rayas de Viagra, por las células de la nariz: genocidio para el ‘bucket list’…
anyways…
Hora de seguir pensando en ‘overpopulation’ y otras causas difíciles de definir,
en la materia gris y blanca y roja de mi cerebro,
donde apenas la palabra es una Negra que abanica,
en prostitución forzada y constante,
y franca trata,
y mi indiferencia relamiéndose el cuerpo como gato obeso…
 y raspar el falo sobre concreto más virgen.  

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