El día y su rugosidad,
cual párpado caído,
o verruga
o elucubración instantánea...
o mordaza
en atragantada respuesta,
o vertiente que ni domina
ni podría columbrarse
sobre una ciudad cariada
e hierofánica:
incandescencia prematura...
La Noche y sus labios fruncidos:
lograda senectud del color Rojo
posado
sobre labios de papel albanene...
pestañas postizas
y apostasía
extraída, desde luego,
de las médulas
de la Melancolía...
¡falso profeta!
Y sin embargo, la Decadencia...
Como revólver vuelto a cargar
debe Uno
volverse a sí mismo
para ser
(AL FIN Y AL CABO)
pasto de nuestra hambruna,
Verde sobre la tumba,
y tibio como el aliento
licántropo
de la Ruptura primera...
y el tácito pacto.
¡Cama cultivada con acero y clavos,
y hormigas
y transversales tristezas!
¡Cadáver por herencia,
cadena feudal,
aborto oceánico
y espacial!
¡Aliento del mismo Demonio!
Haz girar ahora la Rueda
ceñida a tu acostumbrado
dudar...
y a tu sideral
premunición.
Y tu Amor en trizas...
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