Sean tus palabras el bisturí que rasgue las entrañas de este mundo recogido sobre sí mismo y la <<cosa en sí>> que nos tergiversa… Sea el flujo de tu tinta, el eco de tu voz, la cuna en que se meza cuando recién parido se agite en sus plañidos…
Sean las órbitas de tus yemas el mapa sideral sobre el que revolucionen tus pasos y los míos, y que en su incesante traslación le arranquen los vestidos al espacio atrabiliario…
Tu carcajada, la mortaja de las tristezas; tu fruncido ceño, puerta abierta siempre al regocijo…
Llénense tus ojos con el subrepticio manantial que emana de las rocas, las ramas, la nube pasajera y los lamentos de una luna gitana dentro de la catedral de la noche, dentro de su inconmensurable locura… Sean sus númenes quienes oficien su alianza y escancien la médula de estrellas en el prodigioso cáliz del océano, cuya sal atesora las refulgencias del sabor de la Vida…
Marque la arena tras tus pies la silueta del tótem al que habrás de escupirle el día de mañana, y que de las glándulas del tiempo extraigas los jugos de tu menester cotidiano, la miel con que untes tu pan acibarado… Sea la espuma en que te bañes la eyaculación marina con que preñes la sustancia de tu ineluctable retorno a tierra, y sobre cuyas crestas emerjas con el esplendor de una Venus… Pido al semblante despejado de un cielo índigo que el viento te sea siempre favorable para ello…
Sea ese mismo viento el peine de tus cabellos; sea su soplo la cuña que violente tus párpados cerrados; sea su alarido el homicida de tus múltiples reticencias cuando a fuego lento las cocines en tus impenetrables silencios…
Que sientas a flor de piel, cual flagelo, cada suspiro de quien por ti lo hace, aun cuando en la huida hubieses alcanzado a coger para la guerra una cota de malla, o una pétrea loza sujeta a tus espaldas… Que nunca olvides las cadenas que te sujetan a los caídos en batalla…
Sean las volutas de mi agonizante cigarrillo el llamado al padre Sol que habrá de calentar con sus providencias tus huesos y los míos, y bajo cuyo dorado manto nuestros desnudos cuerpos encontrarán los viáticos de cada jornada, y en sus chispas, la promesa de la Vida Eterna… Sean tus eléctricas pestañas los Evangelios del porvenir, con todo y sus generaciones postrernadas…
Sea la Paz contigo, así como la Guerra, y el periodo que entre ellas, cual vigoroso semental, las auspicia y propicia… Así como el pellejo de mis rodillas…
Sea Todo contigo…
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