sábado, 9 de septiembre de 2017

Sabiduría (Poema).

La Sabiduría que a cada cual le está reservada puede y debe hallarse más allá de los libros: viajes, calles, sexo, vino, amistad, sombra, lluvia, puesta de sol, una canción, un silencio, o dos; abajo de una piedra, falda, o estera (voladora o no); arriba de toda posibilidad, sustancia o accidente; al norte, sur, este, oeste, centro: en el ombligo o cualquier otra cicatriz que el pasado dejó tras de sí, como en el vestíbulo del deseo (del que quizá nunca pasaremos), ¡y entre el carnaval del maldito presente!; en el aliento seco e incandescente del siempre prestidigitador verano, o en las blancas y luengas barbas del invierno, tan gélidas como un recuerdo petrificado al que estacionariamente volverémos y tan inmaculadas como la virginidad que nunca vivimos: de la que sólo nos contaron; en el filamento de una idea que presagia la transformación total del Ser y de la humanidad (a pesar de ser mentira o locura desmesurada), en el germen de una palabra interrumpida por el golpe maduro de otra más desarrollada cayendo y dando contra el suelo, y en los resquicios de éste, que parecen albergar pequeños arroyos por los que la vista encuentra cauce, deleite y perdición a fuerza de llevar la barbilla contra el pecho en la caricatura de un día exitoso, cuando uno es pasto de la desilusión en el clímax de una vida contrahecha; en el momento en que la luz se rebana a través de las pestañas, y la vida entera parece un algodón de azúcar sonrosado ante la infancia que se fue; en el instante también postrer en que uno se tapa la cara de vergüenza con ambas manos, pero por las rendijas se cuela la sombra del destino y la silueta que siempre nos señalará más allá de los recuerdos; en nuestra propia sombra negra sobre el piso de tierra o asfaltado que con ahínco o verdadera fidelidad no sigue y todavía nos perseguirá ( más allá de todo credo, recelo, premonición, o razonamiento sofístico) y en la danza y alianza que con ella deberíamos establecer; en nuestras persignaciones o abjuraciones de mediodía, en las abluciones, comuniones, confesiones con cálculo infinitesimal preestablecido y decretado; en los suspiros de medianoche, y en las transustanciaciones que en cada escanciación nos esperan, y en el escupitajo de todo aquéllo que con fortuna un Dios negativo nos exigirá como auto de fe o exacción ; en el Yo y No-Yo, y más allá de ambos, más allá de todo lo inteligible e imaginable, y su contra parte, y el revés de éste, y el revés de aquél, es decir, su otra parte que aunque fehaciente, siempre permanecerá oculta; y abajo de nuestra ropas, y carne, y músculos, arterias, venas, órganos y sangre, huesos, médulas y tuétanos, y de lo que queda abajo, que tal vez sea el Fuego imperecedero del que únicamente se han dicho tantas metáforas como lamentaciones, y todavía de los Destinos trazados y los planes ignotos en un Universo tan palpitante como agonizante; en la Vida y la Muerte, que con confeti y serpentinas nos despiden en un periodo acotado por sendos horizontes, tras los cuales tal vez Nada nos aguarde, ni siquiera el Sinsentido más absoluto...
Hay que buscar Nuestra sabiduría...

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