Sin verdadero “training”
de faquir me arrojo sobre la cama de vidrios molidos, ayer en lo moral, hoy en
lo estético, haciendo antes bien “angelitos”, importándome un pito cuánta sangre me vaya
en el performance, buscándola de nuevo y más tarde en el fondo de las botellas
de tinto… Seré siempre ese “eterno adolescente” en la yema del índice con que
el mundo me apunta, nunca uno de sus frutos maduros, nunca un renglón
proverbial (ni siquiera renglón, porque éste es recto, mientras que yo torcido,
a menos que de mañana erecto cual pelo implacable sobre la testa cana de Dios
para detonar su furia…)… Las madrugadas de insomnio me sorprenden despiertas
ante mis ruidosas preguntas como uñas sobre pizarra sobre sí, en términos generales,
seré hijo de mujer, y no más bien nacido de huevo; sobre si mi sangre tiene
temperatura cálida y no acaso la frigidez de la del reptil; sobre si mi destino
fue también como el de los hombres escrito en las estrellas y no trazado por el
trémulo pulso del azar en el reverso del palimpsesto sideral… Así pues mis ojos
de día siguen bogando sobre negras canoas y mi mente cuajada de telarañas
cuando no pasto de quimeras e inmateriales criaturas oníricas: mala idea buscar
mi áncora de salvación en los resoplidos metálicos de un Chet Baker o Miles Davis,
peor aún en la selva castaña de entrepierna de mujer o en el caldo rojo de un johnnie
walker de ínfulas originales aunque más bien pirata… Nada de esto tendría
sentido desde luego si no fuera por cierto regustillo de mi propia razón para
acuchillarse a sí misma, por ser escarpada ladera y alpinista en un rapel algo
siniestro al que se entrega con fruición, qué hija de puta, que buena discípula
de Zenón el eleata en eso de demostrar la irrealidad del movimiento a través de
paradojas, de ser flecha despedida por el arco que en realidad nunca avanza, oh
ábranme la puerta de este antro mierdero, sáquenme en tándem por ambos brazos,
mándenme a todo el cuerpo de seguridad, y déjenme sólo y solo morir en el filo
de la madrugada y la banqueta.
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