Tratándose de las
iniquidades del pasado, casi todo mundo pretende haber estado del lado justo de
la historia de haber vivido ahí y no en su presente, plagado, por otra parte,
de tanto o más injusticias que los tiempo pretéritos, las cuales no sólo son
posibles por acción directa, sino por omisión o incluso esa perversa
indiferencia mal llamada “cinismo” tan en boga.
Una manera de ponerse a prueba a sí mismo es decidiendo, por ejemplo, si uno
hubiese clamado con el Sanedrín por la crucifixión del Nazareno, si lo hubiese
condenado lavándose las manos, o acaso aupado en su cruz clavándolo por palmas
y dorsos, o quizá llorado su Pasión al pie del palo con su madre.
Uno puede verdaderamente conocer su estofa si es más sensiblero al papel que le
hubiera gustado interpretar en un pasado que no vivió que al presente ante
cuyas atrocidades es, ya por cobardía o pusilanimidad, omiso o perversamente
indiferente: como chiquillos disputándose los papeles más codiciados de la
pastorela: aquello que sin duda les reportarían la admiración general,
acicalándoles la vanidad propia.
Por todo lo anterior yo le pelearía a Alex DeLarge el papel de centurión, y ya
sabría esta humanidad hija de puta lo que es flagelar.
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Si uno abraza a la humanidad deberá abrazar igualmente a su Crueldad.
De lo contrario… Pero si claudicáramos a lo ‘humano’ en nosotros en virtud de
su crueldad concomitante… ¿Qué queda? ¿Qué camino queda?
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‘LA PASIÓN’, de Mel Gibson.
Una vez ebullida la sangre vertida en esta marmita hirviente mal llamada
película, uno francamente no sabe contra quién sentirse más indignado: si
contra su mismo pueblo judío que lo condenó, el romano colonizador que lo
ejecutó, o contra su celestial Padre, que repantigado en su culo gordo y
mullida nube, se limitó a observar, sin siquiera abrevar el suplicio o amainar
el escarnio... Con todo y conocer el desenlace en esta misa de sevicia y carnes
flageladas llevada hasta el paroxismo más gore, aún tenía la secreta esperanza
que en el momento más álgido se hubiera cambiado ad libitum el famoso
parlamento del nazareno, diciendo más bien: "No los perdones Padre,
¡porque estos hijos de puta sí saben lo que hacen, y además se solazan en ello!
A los cabrones romanos resérvales la furia del Vesubio, la peste negra y uno a
quien llamen tu Azote, mientras que a los putos judíos la persecución ahí donde
se hallaren, la ignominia pública y las chimeneas de Europa oriental... ¡Sí
saben lo que hacen!"... Y así este mamón del Mel Gibson se atrevió a
recrear (otra vez) la más descomunal madriza a que fuera sometida la carne
humana (que eso era, y de ahí sus posibilidades estéticas de exacerbación de la
crueldad)... Tal vez no la hubiera visto nunca de no haber llegado a mis manos
cierta literatura crística, y por qué no decirlo, de no haber estado hoy lo
suficientemente aburrido y además perezoso como para ver otra cosa: la
violencia de cepa y como arte, es revulsiva...
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Hacerse con la tan ansiada ‘máquina del tiempo’ a condición de que en los
viajes al pasado nada pudiera cambiarse: por muy atroz, por mucho que pusiera
en entredicho la tácita o cacareada superioridad de nuestra especie e incluso al
dios que en ella dormita… Es decir, no bastándonos con lo que la historia tuvo
a bien registrar, o mal registrar, o tergiversar, e incluso no registrar, pero
que en líneas generales es de común conocimiento, hemos de atestiguarlo “en
primera fila”, como quien dice: como quien asiste a una función de cine, un
tanto más verídica, si se quiere… ‘No intervenir’ como única condición…
Así pudiéramos atestiguar cómo fueron reventados los miembros de Jesucristo en
la Torre Antonia y cómo escarnecida su naturaleza divina por la soldadesca
romana cuando fusilada a escupitajos u orinado su cuerpo flagelado o coronada
con espinas su testa, todo según la rampante imaginación de J.J. Benítez, quien
a propósito vendió muchos libros…
Oh, qué delicia ver el suplicio del emperador Cuauhtémoc “en vivo”, y el
exquisito olor a barbacoa emanado de las chimeneas de Auschwitz veinticuatro
siete, o cómo la piel de Hipatia fue arrancada a tiras con conchas dentadas por
los parabolanos después de violada y públicamente humillada, o Juana de Arco consumiéndose
en la hoguera aún con consciencia (nególe el verdugo el mazazo en la cabeza)… Qué
inigualable espectáculo el ascenso del hongo atómico vaporizando a cientos de
miles… Todos los premios óscares para el gran Leopoldo segundo de Bélgica, tal
vez sólo amenazado por la casa real británica en su destacado rol en el
subcontinente indio…
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Dos cosas son clara: para aproximarse a la “verdad histórica” no hace falta una
“máquina del tiempo”, y para no intervenir las calamidades humanas no hace
falta moverse del presente…
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Hoy por cierto, el Japón libera al Pacífico ciento de millones de toneladas con
que enfrió los reactores nucleares de la central de Fukushima, pero eso
curiosamente no destacó en la riada del “ahora”, de la “actualidad” con que al
hombre de hoy se le alimenta como a ganso de granja industrial: porque “hay que
estar bien informado”, se sabe… Lo de hoy fue un ecocidio que o bien no
menoscabó el inherente interés con que otros sucesos pudiesen colmar la
atención del hombre por lo cansinamente repetido (unos cientos de hectáreas más
o menos de selva amazónica, ¡cómo iba a opacar a ‘La casa de los famosos’ o al
candidato puntero en las encuestas, señor, cómo!), o acaso es que ya hallamos
interiorizado sin apenas darnos cuenta lo superfluos que somos en el planeta, y
que lo mejor que pudiera pasarle a éste en términos de salud es nuestra pronta
extinción…
Hoy dan ganas de mandar todo a paseo: a la humanidad, al dios encarnado (sobre
todo a su padre), al pasado, al presente, a todo… Hoy se antoja una guerra
cruenta, apenas pergeñada en los Cantos de Maldoror… Hoy dan ganas de llorar y
emborracharse o emborracharse y luego llorar, no importa el orden, porque no lo
hay: es apenas una leyenda o un puto chiste… Hoy es un día de Death o Black
Metal y vino y tafiles y mariguana… El mundo cambiará o no, In sha’Allah…
Mañana acaso sea distinto… Bástele a cada uno su propio afán…. Hoy he venido a
llorar, siguiendo en esto a Nietzsche (no por pantomima adolescente, ni
siquiera por ser ídolo o modelo a seguir), la enfermedad metafísica que como
especie nos asola y lastramos: hoy he venido a pedirle perdón a un caballo
derrengado a golpes, aunque me vaya en ello la razón: hoy ha sido un día de
cuchilladas a nuestro sustento, a nuestra madre y sus corales y su
aterciopelada piel de plancton y su jardín de peces, y la humanidad sigue
comiendo mierda y teniendo descendencia, y por eso lloro. Y sobre mi llanto
lloro además, por no tener ni un hombro sobre quién llorarlo…
Hoy es como si alguien hubiera matado a puntapiés a un perro frente a mí, y yo
no hubiera podido intervenir, y sólo veo los ojos del perro sucumbiendo al
dolor mientras me miran suplicantes, y no puedo con esa puta imagen…
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