El magma de mis venas es azul y constante,
el “runrún” en la azotea, un moroso inquilino
al que voy incorporando a la familia…
Aterrizó cual meteoro, extinguiendo criaturas
sin cesar; como avión sin motores;
aterrizó lo hórrido, la catástrofe:
la Tierra verde se cubrió de “¡ahyes!”,
de blasfemia, de tremor, y hasta piedras murieron…
Todo fue fulminado: la alada filosofía,
la Ciencia del Amor; los soplos, retenidos:
Murió la Vida; no hay nada qué hacer…
Salvemos lo que se pueda: a la Cucaracha suspicaz,
al Caballo parlante y sabio, cables del tejado,
gente que cuelga del tendedero y no vemos
(porque los sentidos engañan, o el Juicio),
salvemos lo que se pueda, ¡oh!,
salvemos lo que carece de nombre,
y que aún nos espera con ojos vidriosos, de perro…
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