sábado, 15 de mayo de 2021

La hora.

 

¿Qué fuerzas plutónicas, uránicas, radioactivas al rojo te poseen,
Corazón de hielo, planta o arcilla? Hombre modelado,
artesanal e insignificante… No fue la Noche,
la críptica bóveda que los secretos esconde;
No fueron dioses, sino Legión lo que en tu nariz sopló…
Y fuiste carne y gélida frustración… Agonía en el Tiempo…

¿Cuándo el botón fue apretado, cuándo el anafre y sus famélicas chispas
incineraron, o quisieron hacerlo,  tu piel de seda?
¿En qué momento la Tragedia te acorraló y adoptó y acostó contigo?
Ah, ¡cómo, con tu alma prostituta, te dejaste seducir!
El tejido sideral nunca te fue suficiente, y temblabas en su cobijo,
lo sé… Buscaste diamantes en la mugre de las manos anónimas,

oro en la mierda, Ambrosía en comida grasienta, Amor…
Por eso yaces acribillado, lamentándote y en letanía…
Por eso arrancas de cuajo mechones de tu cabeza;
por eso hablas el idioma de los animales, de los minerales…
Por eso la música triste y la inútil búsqueda  de Dios…

¡Oh, si al menos la Poesía fuera de nueve milímetros!
Y el dolor mínimo, y el pecho más grande,
y la Galaxia más lejana, y las piedras bajo tus pies fundidas…
La hora fatal llegó sin anunciarse: la hora del desengaño,
la hora criminal, de la gnosis, del asesinato…
La hora que saciará la sed…

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 El Sol y su pecho desnudo; la jeta azul, borrascosa del Horizonte…
la mano morena del ocaso; el gesto fatal de la nube,
de la Mariposa que cual Hermes anuncia el Destino…
Todo me es de alguna manera nefando: el patíbulo rehuirá…

El Subjuntivo no sangra: es papel, es promesa traicionada…
El maremágnum persiste, sin embargo: me ahogará, lamerá,
follará… La escena será catártica, inmaculada y epopéyica…
El momento ha llegado…

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