lunes, 2 de julio de 2018

Odi et Amo. Poema.




Odi et Amo.




"Odi et amo. quare id faciam fortasse requiris.
nescio, sed fieri sentio et excrucior.'"

Catulo.
                                                                   

Enemigo natural de:


·         Los eritrocitos escarlata de la majadería gratuita; el acerado goteo biliar y la rabiosa espuma en los intersticios de unas pestañas frígidas…

·         El ego desbordando su manido recipiente (caliente y rancia cerveza sazonada con esputos y tan refrescante como una estentórea blasfemia),

·         El ceño fruncido del alba neonata, los ocasos de zafiro, la gravidez del silencio en la tempestad,

·         Lo superlativo del Nunca, del Siempre, del Sí, del No, del Antes, Después, Ahora… la supina fanfarronería del faquir tragándose y atragantándose con dichas espadas y sus posteriores regüeldos.

·         La falta de fe de Dios-Padre-Todo-Poderoso de cara a su creación, y más aún el patético aspaviento llamado religión: cataplasma para la gangrena del alma, alma izada y hecha jirones sobre la sima del dolor… dolor calentándose bajo las cobijas del planeta…

·         La truhanería usurpando títulos nobiliarios y su rubicunda sangre: ruido por música, sarcasmo engolado con inteligencia, sufrimiento bajo el barniz del cinismo;  la metralla de las palabras de salva, la sal insípida de la Vida; la esponja rebosada de vinagre en la boca del que expira; los medrosos arrepentimientos del canalla prometido con las llaves del cielo; gato por liebre, liebre por gato, y el miedo cerval de ambos…

·         Las ponzoñosas medusas que el viento trae a contrapelo y su baba concomitante azotando sobre los pechos de hojalata y las cabezas de lívida paja,

·         El ronzal al hocico del lobo, los métodos de la filosofía, el metro en las poesías, la anamnesis y sus monstruos helvéticos atacados de tisis : realidad reticulada (y por si acaso no he sido suficientemente claro, el hálito de sarcófago del conservadurismo, lo Absoluto como sedimento y lo Relativo afluente, ¡de donde emergen los hombres permaneciendo tan idénticos a sí!);

Finalmente, la caries devorando un cutis de alabastro; la vejez que palpita en el semblante arrugado de cada criatura al tenor de sus primeros plañidos…

Empero…

La Ciudad Sultana que voluptuosa yace sobre su ajuar de concreto, neón y gasolina, custodiada por rascacielos eunucos y meandros en su ombligo: Sheherezade sublunar sonriendo en paños menores y su sexo cobrizo, contraído y ahíto de las muescas que han dejado allí los vehementes dientes de cada pequeño Shariar-tirano que la habita. ¡Ah, manzana ebria de innúmeras historias que sin embargo muestras cabeza altiva y desdeñosa ante tu anticipada condena, y en tu entrega, trazas y ademanes, más hieródula que hetaira…!

Y el derecho divino que asiste a cada nefelibata para ir a horcajadas sobre el canto de la moneda: viento, tierra, fuego y agua: Vida y Muerte… Es su panoplia de una casa cuyos pilares están hechos de la argamasa de su propia mitología, soslayando la balanza que ante sus ojos blande furiosa Palas…

Y la modorra del Séptimo día y las opiáceas quimeras de sus efluvios y sus cabriolas de luz en su piel tostada por luengos insomnios…

Y la paciencia y delirante sed de la hoja en blanco en expectación por la simiente cuya cáscara es mejor conocida por el nombre de “palabra”: coqueta mariposa vespertina del color del alba, tábula rasa en que deviene el mundo del poeta, mundo acribillado de inicuas exigencias, exigencias despedazadas en virtud del postrer aleteo…  

Metáforas que huyen como perro molido a puntapiés para sólo volver más engreídas, como maduras prostitutas ante las estupefactas élites que primero las amaron y luego las mancillaron… Naná en estado puro, ¡purísimo!, que  dice: “Amo el Vino, Amo la Carne, Amo el Sexo, Amo la Vida. ¡Repetidlo conmigo, Creación!”.

Las danzarinas de humo del ballet Mariinsky que escapan tras la lenta muerte a bocanadas de mi cigarrillo mientras contemplo el globo terráqueo sobre mi escritorio lleno de libros y colillas, y cuyas partes secas me recuerdan a la espuma del café con que me aguardan las puertas del mañana: lacayos de roja librea y cara amoratada…



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