Hoy es el Octavo día
de la Creación:
aquél cuyos goznes rechinan
al unísono
con los párpados de Dios
aquél cuyo parto y luz
fueron puños de arena
y agrias y tristes palabras;
y el azur en su pecho
patíbulo de días mejores.
Hoy el Cosmos
se pudo meter
su miércoles por el
fundillo y darnos en cambio azúcar
pero no:
su flagelo caliente
y onomástico,
su pelo tieso
y nubes cual borra;
su aire salido del hocico
del Cinturón de Fuego
y pasos de enfermo terminal...
Hoy, al fin, es el día de la Ira
como sangriento ocaso
y uñas bajo las que yacen
mujeres muertas y putrefactas:
hoy habrá más de lo mismo,
relaciones sociales y quimioterapias
e infinitas ganas de suicidio
y barroco sexo y Belleza
que lastima. Hoy Dios
—si de verdad lo sabe—
se olvidó de su día ocho
y desató nuestro libre albedrío.
Hoy haré lo que quiera.
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